Conversa na Catedral será, se não o é já, reconhecido como um dos grandes romances do século XX. Com uma sofisticada arquitectura de texto e um enredo riquíssimo, povoado de personagens dotadas de vozes internas estilisticamente diversificadas, o romance joga com as sucessivas intromissões daquelas na acção, perturbando a cronologia linear e induzindo no leitor expectativa, erro e surpresa.
Se é verdade que a complexidade da narrativa atinge um ponto alto num trecho em que dezoito diálogos distintos se entrecruzam, não há dúvida sobre o papel central assumido pela fala de Don Fermín com Ambrosio, que se insinua logo a poucas páginas do início, seguida de uma outra fala pertencente ao diálogo entre Santiago e Ambrosio, como dois flashbacks cinematográficos sucessivos. Santiago, ou Zavalita, é filho de Don Fermín, empresário Odrista; Ambrosio trabalhara para Fermín como motorista e algo mais. Na cena inicial, Santiago e Ambrosio, que se tinham encontrado por acaso depois de muitos anos, conversavam na “Catedral” com cervejas pela frente.
-¿Lo hiciste por mí? -dijo don Fermín-. ¿Por mí, negro? Pobre infeliz, pobre loco.
-Le juro que no, niño -se ríe Ambrosio-. ¿Se está haciendo la burla de mí?
Fermín dirige-se a Ambrosio; Ambrosio responde a Zavalita. A frase encerra um enigma (as razões do assassinato, por Ambrosio, de uma prostituta, Hortensia, ex-amante de um ministro no governo do ditador Odría) que irromperá repetidamente ao longo do romance e que só perto do final será esclarecido na sua totalidade. As aparições seguintes da frase contêm ou insinuam novas camadas de significado. Na segunda ocorrência Don Fermín já procura inculcar em Ambrosio a motivação do crime que para ele é mais conveniente:
-¿Qué desgracia te pasó en Pucallpa? -dice Santiago.
(…)
-¿Por mí, por mí? -dijo don Fermín-. ¿O lo hiciste por ti, para tenerme en tus manos,
pobre infeliz?
Mais adiante, Don Fermín parece estar a ceder às razões de Ambrosio,
-Está bien, no llores, no te arrodilles, te creo, lo hiciste por mí -dijo don Fermín-. ¿No pensaste que en vez de ayudarme podías hundirme para siempre? ¿Para qué te dio
cabeza Dios, infeliz?
Mas nos flashbacks seguintes volta ao ataque:
-Ya sé por qué lo hiciste, infeliz -dijo don Fermín-. No porque me sacaba plata, no
porque me chantajeaba.
(…)
-Sino por el anónimo que me mandó contándome lo de tu mujer -dijo don Fermín-. No
por vengarme a mí. Por vengarte tú, infeliz.
(… …)
-Creías que te iba a despedir por lo que me enteré del asunto de tu mujer -dijo don
Fermín-. Creíste que haciendo eso me tenías del pescuezo. También tú querías
chantajearme, infeliz.
(… …)
-Basta, basta -dijo don Fermín-. Déjate de llorar. ¿No fue así, no pensaste eso, no lo
hiciste por eso?
(… …)
-Bueno, está bien –dijo don Fermín-. No llores más, infeliz.
(…)
-Bueno, no querías chantajearme sino ayudarme -dijo don Fermín-. Harás lo que yo te
diga, bueno, me obedecerás. Pero basta, ya no llores más.
(…)
-No te desprecio, no te odio -dijo don Fermín-. Está bien, me tienes respeto, lo hiciste
por mí. Para que yo no sufriera, bueno. No eres un infeliz, está bien.
(…)
-Está bien, está bien -repetía don Fermín.
(… …)
-Debiste decírmelo desde el principio -dijo don Fermín-. Tengo una mujer, vamos a
tener un hijo, quiero casarme con ella. Debiste contarme todo, Ambrosio.
Depois, a conversa entre Don Fermín e Ambrosio aparece a entrecortar o diálogo de Ambrosio com Queta, outra prostituta a quem Ambrosio se abre sobre a sua relação com Don Fermín:
-Qué malos ratos habrás pasado. Ambrosio, cómo me habrás odiado -dijo don Fermín-.
Teniendo que disimular así lo de tu mujer, tantos años. ¿Cuántos, Ambrosio?
-Haciéndome sentir una basura, haciéndome sentir no sé qué -gimió Ambrosio,
golpeando la cama con fuerza y Queta se puso de pie de un salto.
-¿Creías que iba a resentirme contigo, pobre infeliz? -dijo don Fermín-. No, Ambrosio. Saca a tu mujer de esa casa, ten tus hijos. Puedes trabajar aquí todo el tiempo que quieras. Y olvídate de Ancón y de todo eso, Ambrosio.
É Queta que faz a chocante revelação do crime aos jornalistas de “La Crónica”, um dos quais Santiago, filho de Don Fermín:
-No veía a Hortensia hacía tres días -sollozó Queta-. Me enteré por los periódicos. Pero
yo sé, no estoy mintiendo.
(…)
-Hortensia sabía muchas cosas de un tipo de plata, ella se estaba muriendo de hambre,
sólo quería irse de aquí -sollozó Queta-. No era por maldad, era para irse y empezar de
nuevo, donde nadie la conociera. Ya estaba medio muerta cuando la mataron. De lo mal que se portó el perro de Bermúdez, de lo mal que se portaron todos cuando la vieron caída.
-Le sacaba plata, y el tipo la mandó matar para que no lo chantajeara más -recitó,
suavemente, Becerrita-. ¿Quién es el tipo que contrató al matón?
-No lo contrató, le hablaría -dijo Queta, mirando a Becerrita a los ojos-. Le hablaría y lo convencería. Lo tenía dominado, era como su esclavo. Hacía lo que quería con él.
-Yo me atrevo, yo lo publico -repitió Becerrita, a media voz-. Qué carajo, yo te creo,
Queta.
(…)- El matón es su cachero. Se llama Ambrosio.
(…)
-Hortensia le sacaba plata, lo amenazaba con su mujer, con contar por calles y plazas la historia de su chofer -rugió Queta-. No es mentira, en vez de pagarle el pasaje a México la mandó matar con su cachero. ¿Lo va a decir, lo va a publicar?
Mais adiante, Santiago comentará que o encontro com um colega poderá tê-lo salvo nesse dia de uma tragédia maior:
Sí, había sido una suerte encontrarlo, una suerte ir a parar a la plaza San Martín y no a la pensión de Barranco, una suerte no ir a llorar la boca contra la almohada en la soledad del cuartito, sintiendo que se había acabado el mundo y pensando en matarte o en matar al pobre viejo, Zavalita.
(…)
E sabemos pela sua voz interior a enormidade do choque:
No en el momento que lo supiste, Zavalita, sino ahí. Piensa: sino en el momento que supe que todo Lima sabía que era marica menos yo. Toda la redacción, Zavalita, menos tú.
É disto que Santiago Zavalita quer que Ambrosio fale, na cena inicial, que decorre muito depois dos acontecimentos que constituem o núcleo da acção. Santiago quer ouvir a confissão do próprio. Ambrosio esquiva-se, ignorando que Santiago já sabe tudo. O leitor não sabe ainda que Santiago sabe.
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